Augusto Pinochet
Mis relaciones con el general Augusto Pinochet Ugarte fueron cordialísimas. Con él tuve no solo una amistad política, sino una amistad afectiva. De esta amistad tengo muchas pruebas fehacientes a algunas de las cuales haré referencia.
Comienzo por mi deseo de conocerle personalmente, cuando, siendo Presidente de la República, vino a España con ocasión de la muerte de Francisco Franco para asistir a su entierro. Se alojó en el Hotel Palace. Como es de suponer había gente importante y con autoridad, que haciendo uso de la misma me impidió saludarle. Lo que no me extrañó pues esa “gente” era la que rodeó a Franco y haría la Transición política española.
Con Pinochet tuve un encuentro en el Alcázar de Toledo. Allí estuvo para visitar la fortaleza y rendir homenaje a los que fueron sus heroicos defensores. Al leer las palabras que se cruzaron entre Moscardó y su hijo Luis, apresado por los rojos y amenazado de muerte, se echó a llorar. Su emoción fue tan profunda, que salió del despacho. Yo, en un discurso, hice alusión al hecho. Una señora chilena envió al general una grabación del mismo. Pinochet oyó, a través de la cinta, mi discurso. De ahí nació, a mi parecer, la doble amistad entre nosotros.
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Más tarde, en 1.979, estando en Paraguay, como observador en el Congreso de la Liga Mundial Anticomunista, vino a verme a la habitación del Hotel en que yo me alojaba un capitán del Ejército chileno, que pertenecía a su Servicio de Inteligencia. “Sabemos,- me dijo- que en Santiago tendrá usted una entrevista con el general Augusto Pinochet. Me gustaría exponerle la situación de mi país y los problemas con que el Régimen se enfrenta. Me permito –añadió- sugerirle que cuestiones debe usted plantearle durante la audiencia”. Mi esquema mental sobre los puntos de que pensaba ocuparme coincidían con los de su interlocutor de forma matemática.
La entrevista tuvo lugar el 3 de mayo de 1.979. Llegué a Santiago con los amigos de Fuerza Nueva que me acompañaban, el día 1. Fuimos recibidos por el general. Le regalamos una placa con el testamento del Caudillo, un ejemplar de la “Biografía apasionada de José Antonio”, un “comic” sobre la gesta del Alcázar, y tres medallas de las que recuerdan la carrera militar y política de Franco. Nos saludó con verdadero afecto y la conversación fue tan amena como interesante. Luego me invitó a que me quedara a solas con él. Se sentó en el sofá y me puso en el mismo sofá a su lado. Fue una charla de amigos, propia de una confianza mutua. Hablamos del proyecto, en estudio, de la Constitución chilena, de la situación del país, de la actitud de un sector de la Iglesia, del Departamento de Estado norteamericano y de sus colaboradores.
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En el mes de Octubre de 1.998, Pinochet fue detenido en Londres, adonde se trasladó para un tratamiento médico. Fue un atropello. Indignado por este acontecimiento imprevisto e imprevisible, hablando en un acto el día 22 del mismo mes, dije que el arresto merecía nuestra protesta ya que se había vulnerado gravemente el Derecho Internacional y el Diplomático. Por otra parte, un juez español, que se ha hecho famoso, había solicitado, a través del Gobierno del Partido Popular (entonces democristiano) la extradición del expresidente para juzgarlo en España. El juez era Baltasar Garzón, y el jefe del Gobierno José María Aznar.
Liberado el general en marzo del año 2.000, después de un doloroso calvario, le enviamos un mensaje de felicitación.
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Prueba de mis relaciones cordiales con el teniente general Pinochet lo demuestra el obsequio que me hizo y me entregó personalmente el que fuera su embajador en Madrid René Rojas y Aldama; el que me dijo el 29 de mayo de 1.979: “(cumplo) con el honroso encargo que me ha hecho el Presidente de la República, de hacerle llegar como recuerdo una moneda de oro de 1.976, al cumplirse el tercer aniversario de la liberación nacional, y de un plato de la Presidencia de la República. Creo interpretar fielmente a su Excelencia al expresarle que su visita a Chile constituyó para él un acontecimiento muy grato e igualmente para todos nosotros, sus amigos”.
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Realizada la transición política en Chile, y abandonada por el general la Presidencia de la República, se fundó la “Corporación 11 de Septiembre”, que para conmemorar el 29 aniversario del Alzamiento que sacó al país hermano de la tiranía y de la barbarie, convocó un acto en el edificio Diego Portales para el 11 de Septiembre de 2.002. Con gran amabilidad nos invitaron a mi esposa y a mi, rogándome que yo hablara en el acto.
Llegamos a Santiago de Chile el 9 de septiembre, pues para ese día me propusieron una conferencia en la Universidad Bernardo O´higgins.
El general y su esposa, Lucía Hiriart, nos recibieron en su residencia. Merendamos juntos. Tengo un recuerdo vivo y profundamente amistoso de aquella reunión. Pinochet estaba delicado, pero charlaba con enorme atención, y se reía, y a fondo, cuando yo, de broma, le dije que un gran amigo suyo, de España, me había pedido que en su nombre le diese una gran abrazo. El me preguntó: “¿Quien es ese amigo?”, y yo le repliqué: “el juez Garzón”.
El acto en el edificio Diego Portales, que rebosaba de público, fue un éxito. Mi discurso, fue grabado, y se publicó en nuestra revista” Fuerza Nueva” (nº 1.271, de 21 de septiembre a 10 de octubre de 2.002). Al concluir me sorprendió y agradecí muy de veras, que ante aquel auditorio tan numeroso como significativo, el hijo menor del general, Marco Antonio, en nombre de la Corporación, me entregase una placa conmemorativa del acto.
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Fallecido el general Pinochet, hubo una Misa por su eterno descanso, en San Fermín de los Navarros, que se llenó, convocado por Fuerza Nueva.
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La Corporación 11 de Septiembre no olvida. La auténtica memoria histórica exige que se conozca la verdad. Con ese fin el 10 de este mes de junio se estrenará en Santiago de Chile la película “Pinochet”, documental novelado que muestra la obra del Gobierno del General.
A la invitación, que recibí telefónicamente para asistir al estreno como invitado especial, no pude responder afirmativamente, porque no me encuentro en condiciones para hacer un viaje de trece horas. Pero les prometí que España estaría presente; y di dos nombres, el de un nieto mío y el de quien hoy está al frente de la Fundación Nacional Francisco Franco. Ambos, que recibieron la invitación, salieron para Chile, llevando el siguiente soneto, a fin de hacer pública mi adhesión. El soneto dice así:
A AUGUSTO PINOCHET
Me uno a vosotros desde España
al recuerdo de un hombre excepcional,
de un soldado, de un chileno universal,
al que hoy se ofende con crueldad y saña,
Al que oculta una feroz campaña,
al que se arranca del pedestal,
al patriota, al que fue leal
al que libró a Chile de presión extraña.
Yo fui su amigo, y me sirve de consuelo,
que el bien no se homologue con el mal;
y Augusto Pinochet es el modelo,
que trajo bienestar a vuestro suelo
y prendido dejaste en el Cielo
tu Once de Septiembre, mi General.
Blas Piñar López, con motivo del estreno de la Película “Pinochet”, en Santiago de Chile el 10 de junio del 2012.