Nuestra razón de ser
A muchos extrañará que cuando el medio ambiente en que vivimos, transpira confusión y desmayo e invita al egoísmo y a la huida, un grupo de hombres de profesión distinta y procedencia varia, se reúnan para hacer en privado y en público una rotunda afirmación de fe y de esperanza,
Hemos reflexionado seriamente cual debía ser nuestra posición y cual nuestra conducta en una época en la que por la desgana interior y las presiones foráneas, el país siente algo así como una desilusión colectiva, como una falta de coraje para seguir construyendo sobre una ideología victoriosa, que hoy, ante ciertas propagandas insistentes y que gozan de alientos y protecciones muy diversas, da la impresión de hallarse enfermiza o superada.
Sólo un planteamiento equivocado y suicida ha podido llevarnos a la situación de que somos espectadores. España, en estos últimos treinta años y gracias al esfuerzo de una generación comprometida trágica y amorosamente con su destino, pudo quemar etapas de retraso material y conseguir un tono de vida y de convivencia que desde hacía siglos no acusaba nuestra trepidante historia.
Poner en peligro la tarea iniciada, so pretexto de una aconsejable alineación con las fórmulas políticas de las naciones del mundo libre, es algo tan curioso y absurdo como renunciar a la hechura de traje que nos acomoda para, como ridículos admiradores de lo extraño, adoptar lo que usan los otros sin pararnos a observar lo que nos conviene.
Pero, además, lo que otros usan como ropa de calle no basta para darnos a conocer el atuendo interior de que en realidad son portadores. El disimulo se ha convertido en una de las artes, de las malas artes de la política, y bajo las pancartas constitucionales de la libertad, se esconde una mano rígida, dura e inflexible que la estraga o la acogota.
Bastaría para ello echar una mirada al mundo que nos circunda y que hoy se nos brinda como modelo, mientras el principio del sufragio universal se exhibe como el «desiderátum» de la democracia, se niega el voto a los que por motivos raciales o discriminaciones políticas, pueden constituir una masa de opinión contraria a quienes detentan el poder; mientras se ensalza el esquema social del mundo libre, opuesto a la esclavitud del mundo comunista, se pacta y se transige con él, en determinadas latitudes, y se combate sin reparo en los sacrificios, en otras; mientras algunos países alineados se encuadran de buena fe y exponiéndose a graves consecuencias, en los dispositivos estratégicos de Occidente, otros los abandonan cuando han obtenido de ellos todas sus ventajas y se dedican a frívolos devaneos y excursiones turístico-recreativas por la U.R.S.S. y ayudas económicas a los países satélites, en los que como es lógico y conocido, se prepara, con astucia cada día más perfecta la aniquilación de las naciones que no caen en la trampa de la «coexistencia pacífica».
Nosotros entendemos que el bagaje ideológico de nuestro Régimen no puede liquidarse en una almoneda de barato, y que sus raíces profundas, que tienen su aliento en la tradición española y en la revolución nacional exigen de las minorías dirigentes que actúen en orden a su evolución, a su desarrollo, a su perfeccionamiento, a su pureza y a su lealtad acrisolada a los principios que se forjaron como su fundamento doctrinal, pero nunca a su mitigación, a sus aplicaciones equívocas y a veces contradictorias y, en última instancia, a su derogación o a su abandono.
Nosotros entendemos que los postulados positivos que constituyen el motor del Régimen, han sido la causa, honesta y lealmente servida por muchos, de las metas logradas y habrán de serlo de las que aún quedan por conseguir. Por eso, la continuidad del Régimen es, para nosotros, algo fundamental. Si es cierto que una gran parte de las nuevas generaciones españolas se hallan emocionalmente muy lejos de adoptar una postura entusiasta por esta o aquella forma de gobierno, la verdad es que a todos interesa, incluso a los que dialécticamente se producen en términos críticos, una continuidad del sistema, que consolide y prolongue la era de paz y de progreso en qua se ha vivido y queremos que siga viviendo nuestra país.
En este sentido, nosotros, fieles a la doctrina constitucional, entendemos que la novación subjetiva en el mundo y las reformas necesarias en las atribuciones del poder, no pueden implicar, de ningún modo, novación objetiva en las ideas y en el programa revolucionario del Régimen.
Precisamente por nuestra adhesión cordial al mismo, nos vemos precisados, públicamente desde ahora, a mantener una postura crítica ante el Gobierno y sus instituciones, pues entendemos que muchos de los fallos que la conciencia nacional pone de relieve, son imputables a quienes por cambio de mentalidad, razones técnicas, o alegando una visión profética del futuro, han hecho posible que cundan los rebrotes de indisciplina, disolución moral y separatismo, contra los cuáles España lucho con el propósito de extirparlos para siempre.
Esta postura crítica nunca será demoledora, ni empleará tampoco un lenguaje cáustico o violento. Nos interesa España, y, por ello, nuestra crítica tendrá siempre un tono constructivo. Estaremos, pues, con el Gobierno o contra el Gobierno, en la medida en que, a nuestro juicio, que aspiramos tenga en todas las ocasiones la madurez, la prudencia y el equilibrio necesarios, nuestras instituciones políticas y administrativas hagan suyos o menosprecien, apliquen o abandonen los principios que han dado existencia a un Régimen, sin el que España habría dejado de existir.
Tal es nuestro punto de partida. «Fuerza Nueva», como semanario aspira a ser portavoz de una línea clara de pensamiento, tradicional y revolucionario, de la que muchos han desertado, pero también quiere aglutinar en torno a sí una amplia corriente de opinión, que se siente confusa y a la vez indignada por el desecho progresivo y a veces descarado de dicho pensamiento y por la influencia creciente en todos los ámbitos de las tesis que hasta hace muy poco se consideraban y vituperaban como nocivas.
Sabemos de antemano, que en algunos sectores nuestra aparición no será grata, y sabemos también que la empresa que iniciamos y que nos reduce es difícil porque no es, sin duda, atractivo, defender lo que a si mismo quiere entregarse; airear banderas que otros han descolorido o convocar con idénticas palabras a quienes han sido engañados por algunos que antes las emplearon sin rubor. Pero entendemos que España nos exige eso y mucho más, y que las dificultades dé la obra no pueden disuadirnos de acometerla. Al contrario, la dificultad es un baremo de la necesidad, y lo que estimamos en conciencia necesario en y para España, debe convertirse en estímulo, acicate y mordedura para trabajar con alegría y con amor en su servicio.
No es posible, en un editorial, casi un pasquín de presencia y llamamiento, exponer nuestro punto de vista ante los problemas vivos y actuales de nuestro quehacer político interior e internacional. Para darlo a conocer nace nuestro semanario y cuanto el semanario representa o puede representar. Pero si queremos en esta proclama de nuestro natalicio, declarar sin ambages que salimos a la luz pública con la compañía y el apoyo de muchos españoles, en especial de la juventud, con el murmullo de aliento y el calor combatiendo de otros tantos y sobre todo, con nuestra fe, que aspiramos a alimentar en motivos más elevados que los estrictamente temporales, en la unidad, en la grandeza y en la libertad de España.