REPULSA Y EXALTACIÓN
MANIFESTACIÓN CONTRA EL TERRORISMO
Málaga 16 de julio de 1.980
Al terminar una manifestación huelgan las palabras, porque la manifestación ya es un modo de expresar lo que llevan dentro los que a ella acuden y lo que, con rabia o con júbilo, les ha movilizado a adherirse a la misma.
La manifestación que ahora concluye tiene dos objetivos fundamentales: uno de repulsa y otro de exaltación.
De repulsa contra el terrorismo y los terroristas de la ETA, que han declarado la guerra a España; una guerra sucia, implacable, despiadada; una guerra a la que no se replica, a la que no se responde tal y como una guerra requiere.
De repulsa contra los cómplices del terrorismo, contra aquéllos que glorificaban a los criminales, antes del 20 de noviembre de 1.975, y pretenden condenarlos -aunque sólo sea con palabras- por asesinatos semejantes cometidos ahora, como si esa fecha estuviese rodeada de un halo taumatúrgico que obligara a calificar de héroes y de santos a los que mataban antes, y de criminales y asesinos a los que matan después.
De repulsa contra quienes, movidos por esa dicotomía absurda que se vuelve en su contra al pasar el tiempo, se levantaron unánimes para pedir la amnistía, primero, y para concederla más tarde, avalando y respaldando de este modo al terrorismo y a los terroristas.
De repulsa contra quienes, sin el menor respeto para la sangre derramada y para las familias en luto de los victimados, piden nuevas amnistías, urgen la negociación con la ETA, aseguran que no se puede tratar a la ETA como a una cuadrilla de asesinos o nos ofrecen la estampa del buen terrorista que no quiere matar, pero que mata por un imperativo de conciencia.
De repulsa contra el terrorismo de la metralleta y de la goma-2; pero también contra el terrorismo de la inmoralidad y de la pornografía, que nos envilece; y el terrorismo fiscal que nos confisca; y el terrorismo internacional, que apresa a nuestros barcos pesqueros y vuelca nuestros camiones en Francia; y el terrorismo anticristiano, que profana la Eucaristía, insulta a Cristo crucificado y coloca su pezuña satánica y sacrílega en iglesias y catedrales.
De repulsa contra los Sindicatos marxistas y de clase, que afirmando defender los derechos de los trabajadores, los sacrifican a los intereses de las internacionales o del imperialismo soviético.
De repulsa contra el gobierno y los gobiernos del pacto, la componenda, el enjuague y el consenso, que hizo su propaganda con la frase tan poco feliz: «Habla pueblo para que la violencia calle», y que «pudiendo prometer y prometiendo» nos ofrece más violencia y más inseguridad ciudadana; y con una y otra, inflación, paro y miseria.
De repulsa contra quienes aquí, autodenominándose andalucistas y asumiendo y monopolizando la representación del pueblo andaluz, se abrazan -públicamente y se solidarizan con los grupos políticos que apoyan a la ETA, y, por tanto, al terrorismo, adversario a muerte de España, de Andalucía y de la Costa del Sol, orgullo turístico de Andalucía y de España.
Pero nuestra comparecencia en las calles de Málaga tiene, junto al objetivo de la repulsa, el de la exaltación.
De exaltación de los valores nacionales, de las virtudes de una estirpe que no puede seguir tolerando la inoperancia abúlica, la crueldad y la complacencia.
De exaltación del patriotismo y la generosidad de quienes han caído en la guerra sucia, por Dios y por España, y no por un texto constitucional que, proclamando el derecho a la vida, permite, con la supresión de la pena de muerte, que se la arranque sin miramiento,
De exaltación de esos gritos desgarradores de esposas y de novias, de madres y de hijos, que sacuden y hieren la conciencia de los españoles, pidiendo, no venganza, pero sí justicia, porque es justicia lo que clama la sangre de nuestros hermanos y porque el cristianismo cuenta entre sus virtudes la justicia, pero nunca ha proclamado como virtud la impunidad.
De exaltación de los pescadores, de los armadores y de los marineros, a los que se apresa y se les priva de libertad, se les insulta, se les confiscan sus aparejos y se hiere en su dignidad de hombres y de españoles; de los trabajadores del gremio de la hostelería, a los que se deja sin pan; de los obreros agrícolas y de la construcción, en paro o en vísperas de paro; de los empresarios, que ven cómo se desvanece en la nada su esfuerzo y sacrificio de lo mejor de su vida.
De exaltación de «Fuerza Nacional del Trabajo», que agrupa a quienes saben que sólo una empresa próspera puede mantener altos niveles de empleo, producir más y mejor, elevar el salario y repartir beneficios a los que colaboran en ella,
De exaltación de Málaga, la ciudad que Dios hizo con blancos y con cielos, inmaculada y azul, como una virgen novia que quieren ajar los que, sin alma, no respetan, ni admiran, ni aman la belleza.
De exaltación de Andalucía, síntesis de España, tierra fecunda cuyas mieses se incendian para calcinarla, y cuya alegría, los que odian, pretenden convertir en rencor.
De exaltación, en fin, de España, de la nación española, de la Patria que unos quieren transformar en país para hacerla colonia, y otros repartirla, como se reparte entre los herederos o los acreedores un caudal relicto o un patrimonio en quiebra.
¡Malagueños, andaluces, españoles! No os hemos convocado para la cobardía, sino para el valor; no os hemos convocado para un instante, sino para la constancia; no os hemos convocado para la dispersión, sino para la unidad.
Valor, constancia y unidad. Porque sólo con unidad en torno a unas ideas sagradas e indiscutibles; con valor para defenderlas y constancia en la lucha, ganaremos a España para España.
¡Que así sea!
¡VIVA CRISTO REY! ¡ARRIBA ESPAÑA! ¡ADELANTE ESPAÑA!