El Sahara en peligro
Un periódico vespertino madrileño rotulaba así, hace días, con grandes mayúsculas su primera página: «MARRUECOS INOPORTUNO», y añadía «¿quiere calentar el tema del Sahara?».
Que el diario no estaba lejos de la realidad lo revelan algunas noticias coadyuvantes, a saber: las declaraciones del Teniente General García Valiño, la intervención de Jaime de Piniés ante el Comité de los Veinticuatro de la 0NU, las entrevistas de nuestro ministro de Asuntos Exteriores con los dirigentes políticos de Argelia y Mauritania.
La política «descolonizadora» de España tendrá que enfrentarse con el tema -y Dios quiera que sea el último- de la provincia del Sahara, la más extensa y la menos poblada de las provincias españolas; cerca de 280,000 Km.2 y unos 30.000 habitantes, según reza la magnífica propaganda del Ministerio de Información y Turismo. La provincia está situada en la parte occidental del continente africano, entre Marruecos al Norte, Argelia al Noroeste y Mauritania al Este. Dista unos 100 Km. de la Isla de Fuerteventura y se halla a 250 Km. de la Isla de Gran Canaria.
Los tres países colindantes reivindican para sí el territorio saharaui, el trazado de cuya frontera, al decir de los autores de «Reivindicaciones de España» (Instituto de Estudios Políticos. Madrid 1941, págs. 576 y 577) hay que considerarlo como «verdaderamente afrentoso para España». «Parecía -agregan- que una mano sarcástica hubiera empujado los confines de la zona española fuera de todo objetivo importante, de todo nudo estratégico, de todo poblado revestido de interés comercial y político«.
Hoy, hasta esa zona, conformada políticamente como provincia, con Procuradores en Cortes y Consejeros del Movimiento, que juran las mismas leyes e idénticos Principios que el resto de los Procuradores y de los Consejeros del país, se nos intenta arrebatar. Pero si entonces, en 1.900, concluyen Areilza y Castiella, «España no tenía acaso otra opción que la de resignarse o sucumbir, en los días actuales no es precisamente la palabra resignación la que debe fluir en nuestro léxico…«
Si los días actuales son también los de 1.969, está claro que nuestra actitud con respecto a la triple reivindicación de la provincia del Sahara debe ser negativa. Tal es, por otra parte, la reiterada voluntad de los españoles de aquella Provincia, como han tenido ocasión de manifestar en el referéndum de 1.966, ante las Naciones Unidas, las Cortes españolas y el Jefe del Estado.
Ello no obstante, no puede pasar sin el énfasis debido, que un teniente general español haya manifestado con respecto al problema, que indudablemente está sobre el tapete, lo que sigue: «en mi opinión personal pienso que el derecho está de parte de Marruecos… La cuestión de soberanía podrá ser resuelta… en favor de Marruecos«. Tales declaraciones, que merecieron el calificativo de «inesperadas» y «desprevenidas» y que debieron ser el origen de un cese fulminante, no tendrían demasiada importancia si se tratase de una opinión personal sobre un asunto ajeno. Lo curioso y lo inexplicable del caso es que el juicio de una distinguida personalidad española que viste el honroso uniforme militar, haya recaído en tales términos sobre algo que es España, sobre una provincia sobre la cual España tiene y ejerce soberanía. No se trata, pues, de la disputa de Marruecos, Argelia y Mauritania, tres países fronterizos y amigos, sobre un territorio ajeno, ó sobre una «res nullius», sino de una triple reivindicación sobre algo que, conforme a nuestro Derecho constitucional y a toda su regulación subsiguiente, se integra en la unidad de la Patria.
Que hay algo más que meros alegatos doctrinales, lo acusa el hecho de que Jaime de Piniés, en su intervención, haya subrayado, luego de aludir a las campañas de prensa y radiodifusión dirigidas a los saharauis, que «con frecuencia se introducen en el territorio agentes ajenos al mismo, que intentan ganarse la voluntad de la población y, en otras, coaccionarla en relación a su futuro«.
Esta violación de la frontera española en la provincia del Sahara y las trasgresiones delictivas que comportan, no sabemos -al repasar el breve discurso de Piniés- de donde provienen y por quien se fomentan. Lo que sí sabemos es que Podgorny ha visitado recientemente Argelia y Marruecos, y que todo nos hace suponer que ciertos comunicados en los que se alude al acuerdo sobre los límites entre ambas naciones no excluyen, sino que velan tan solo, la extensión de dicho acuerdo a la disputa sobre el Sahara español.
No creemos tampoco equivocarnos si entendemos que en las conversaciones entre Castiella y Bumedian y las que acaban de celebrarse en Canarias entre nuestro ministro y el representante de la república de Mauritania, el tema de la reivindicación del Sahara ha ocupado un papel preponderante o único.
Las apetencias extrañas sobre aquella provincia española se han incrementado por dos razones fundamentales: una de orden económico y otra de carácter militar, fomentadas -claro es- por la debilidad española puesta de relieve en los casos de Guinea y de Ifni. ¿Cómo pueden las diplomacias de los países interesados despreciar una coyuntura en la que parece que volvemos a emplear en nuestro léxico la palabra resignación?
La nada absoluta del Sahara, puesta en milagrosa explotación por el esfuerzo de los españoles, ha tenido como fruto el descubrimiento de una riqueza incalculable de fosfatos tricálcicos, cuya capacidad fertilizante es extraordinaria. Según las estadísticas que tenemos a la mano, hay descubierta una masa de fosfatos tricálcicos con ley aproximada del 45 por 100, de cuatrocientos millones de toneladas; otra, con idéntica ley, situada sobre el nivel acuífero de ciento sesenta y dos millones de toneladas y, por último, otra de mineral superior, con leyes comprendidas entre el 65 y el 70 por 100, por encima del nivel últimamente citado, en cuantía de unos cincuenta y siete millones de toneladas.
Desde el punto de vista militar, no cabe duda que al dispositivo soviético de agresión al mundo libre, le interesa de un modo especial el dominio de la costa africana de occidente.
Durante la campaña de fines de 1.957, contra las fuerzas irregulares que penetraron en la zona, el entonces Ministro del Ejército dijo en un Pleno de las Cortes: «Para nadie es un secreto la importancia estratégica de las Islas Canarias, que ya en el último conflicto mundial causaron la preocupación de los Ejércitos aliados…» «Pues bien, el Archipiélago Canario está ligado estratégicamente a las costas africanas, de las que sólo le separa apenas un centenar de kilómetros.»
«… el archipiélago Canario y la zona costera africana inmediata constituyen un conjunto de incalculable valor para quien lo posea. Las islas representan el núcleo en que puede asentarse un poderío naval de primer orden; el desierto es el trampolín del dispositivo de seguridad aéreo, es la verdadera base para aviones y armas que proporciona el espacio y libertad de acción necesarios. La pérdida de la zona costera quebrantaría gravemente la unidad del sistema, dejando al núcleo insular a merced de la aviación táctica, de los efectos de las rampas lanzacohetes y de otros poderosos medios de destrucción creados por el progreso de la -ciencia que pudieran ser instalados en el Sahara por un ocupante intruso».
“…si de una parte tenemos que defender nuestros derechos en la costa africana, de otra hemos de preocuparnos de un modo obsesivo de la seguridad de la querida provincia canaria, y de una tercera queremos ayudar a la defensa de Europa y del mundo libre. Tened la seguridad de que España, siempre consciente de sus deberes, como ya dijo a tiempo su Gobierno, no regateará los medios para velar y hacer efectiva su seguridad…»
Abundando en los mismos sentimientos, D. Alberto Martín Artajo, actual Presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores y anterior titular de la cartera del mismo nombre, y cuya hábil e inteligente política internacional supo romper todos los cercos que trataban de asfixiarnos, dictó el 16 de Enero de 1965 en la Cátedra «General Palafox» de la Universidad de Zaragoza una conferencia, de la que entresacamos por su relación con el tema, los siguientes pasajes:
«No estamos en África, como conquistadores. Fuimos los conquistados y sólo en parte hemos podido liberar territorios que formaron la continentalidad hispánica en tiempo de Roma y después en el tiempo de los godos. Pudiera decirse que hay una España irredenta al otro lado del Estrecho de la que son partes redimidas Ceuta, Melilla y el Sahara».
«… nuestra presencia en África no ha terminado con la independencia de Marruecos. Y no puede terminar, porque España es también África, no sólo por sus ciudades en la costa magrebí, sino también, y especialmente, por nuestro Sahara, que constituye, por decirlo así, espacio vital del Archipiélago canario»,
«Si África empieza en los Pirineos, Europa empieza, en las Islas Canarias y en el Sahara…»
Esperamos que nada de esto se olvide, si es que en serio hemos eliminado de nuestro léxico político internacional la palabra «resignación».