VELARDE FUERTES HABLA SOBRE “LA CONQUISTA DEL ESTADO” – Febrero de 1972
Texto: Ludovico RODRÍGUEZ
Publicado en el nº 267 de la revista “Fuerza Nueva – 19 de febrero de 1972
«En lo que sigue se verá que yo considero que el falangismo debería ser una popular bandera capaz de movilizar a campesinos, obreros, intelectuales, empresarios y comerciantes no monopolistas y funcionarios de todo tipo» (Prólogo a «El Nacionalsindicalismo, cuarenta años después»)
El libro tiene una dedicatoria. Esta: «A la memoria de mi profesor don Manuel López Feito, director del Colegio Valdés y jefe local de las JONS de Salas, desde su fundación en 1935 hasta que en octubre de 1936 renunció como protesta contra la actividad de antiguos derechistas que pasaron a endosarse uniformes falangistas, con botas altas, cordones, correajes y pistolas bien visibles.»
El nacionalsindicalismo, 40 años después apareció sin estrépito alguno, silenciosamente, con la misma sobriedad con la que un soldado toma su guardia. Pasé por una librería que lo exhibía entre un montón de literatura insustancial y, claro, para quien «anda con las antenas puestas», como todo periodista, no podía pasar inadvertido. El nombre del autor casi no se veía desde el otro lado del cristal. Pero se notaba. Pienso que, aun cuando se hubiera elegido un cuerpo tipográfico más pequeño, lo mismo hubiera ocurrido. Y es que Juan Velarde Fuertes siempre se verá, se notará, se percibirá meridianamente.
De cualquier modo, a no ser por una nota aclaratoria, una de esas notas tan bien trabajadas por V. F. -algunas de las cuales sugieren temas de gran interés-, no hubiera ido a verle para esta entrevista.
La «nota» dice, textualmente: «Conservo un ejemplar de los repartidos en fecha oscura de febrero de 1931. Su título exacto es La Conquista del Estado. Manifiesto político, no manifiesto político de la Conquista del Estado, como con sintaxis horrible se ha repetido. La adhesión de Matías Montero lleva fecha 9 de febrero. Se lanzó la hoja por las calles de Madrid desde un automóvil que tenía un megáfono, y también entre los viandantes del paseo de Recoletos. Como el 8 de febrero de 1931 fue domingo, sospecho que ese día se difundió la hoja del manifiesto. La firma se verificó a la luz de una vela por la simple razón de que no se había instalado la luz eléctrica en su primer domicilio, Eduardo Dato, 7, planta D. También se efectuó de pie por todos -excepto por Ernesto Giménez Caballero, que lo hizo por teléfono desde Barcelona-, pues aún no había más mueble que una mesa. Este sería, pues, el acto fundacional auténtico. Dando un día para la recepción de los ejemplares de la imprenta -el 7de febrero-, otro para la impresión -6 de febrero-, la firma tendría lugar el 5 de febrero, jueves. No he visto que nadie se haya preocupado por fijar esta fecha. Me gustaría que me confirmasen o rectificasen. Mientras lo hagan, el nacimiento del nacionalsindicalismo parece tuvo lugar en España el 5 de febrero de 1931. Más que «gallos de marzo» fueron «gallos de febrero», si nos atenemos a la cronología exacta.»
AQUEL FUTBOLISTA…
… ¿Recuerdan ustedes, que les presentamos hacia fines de enero del setenta y uno? Si la memoria no me falla, aquí mismo, en estas páginas de FUERZA NUEVA, al tratar el caso de los «fondos de inversión», yo dije que Velarde Fuertes tenía un cierto aire de futbolista y otro cierto aire de intelectual. Pues bien, en el mismo escenario de la otra vez, en su despacho del Ministerio de Trabajo, ante la taza de manzanilla rigurosamente fría de entonces (y de todos los días por mor de la cafetería), he vuelto a encontrar al futbolista. Quizá un poco más gordo, quizá un poco más contundente. ¿Ha hecho mucho banquillo V. F.? No. Y lo atestigua, entre otros trabajos, este análisis del nacionalsindicalismo cuarenta años después de su creación (cuarenta y uno, ahora), del que me habla.
– ¡Pues, sí!, López Feito era un tío tremendo, estupendo. Hizo la guerra y siempre tenía el problema de sus gafas. Lo peor que te puede ocurrir en el frente es perder las gafas, chico, decía siempre. Yo, que entonces era un niño, le escuchaba embobado, exaltado por su ejemplo. Por entonces, hasta los niños andábamos repartiendo «castañas» por cuestiones ideológicas. En aquella Asturias que recuerdo, las imágenes de las pedradas que los falangistas-niños manteníamos con los comunistas-niños adquieren unos contornos que, a pesar de estar difuminados entre tanta bruma como la que se junta en la vida, son un recuerdo doloroso y punzante, una clara demostración del grado de desentendimiento de los españoles de entonces…
-.. Entre los cuales, claro, se encontraban Ramiro Ledesma y José Antonio. ¿Cree usted, por el contrario, que eran distintos?
-Ellos eran doctrinarios, intelectuales auténticos, hombres que sentían pasión por encontrar las soluciones que España -desde su raíz humana y social- necesitaba. No había, ni en Ramiro ni en José Antonio, rasgos de odio y de sectarismo. Ellos eran españoles que amaban no sólo a la Patria, sino también al pueblo. Por esto, su pregunta se puede contestar afirmativamente: eran distintos.
-De vivir ahora, y suponiendo que la Revolución postulada por ellos no se hubiese podido realizar, ¿dónde cree que estarían? ¿Qué papel pudieron asumir con relación al conjunto de los españoles?
– Bueno, es una pregunta muy subjetiva. Pero si tenemos en cuenta lo que ellos eran en el momento de sus trágicas muertes y, particularmente, el pensamiento político-social que los guiaba, creo que formarían algo así como la oposición nacional (por el mismo hecho de que una parte de la «población de orden» había buscado su nucleamiento en Acción Nacional y Acción Popular) y agruparían, a su alrededor, a muchos de los vencidos que, con ellos, no se hubieran sentido tan vencidos. Hay que recordar un hecho muy singular e importante: la viva simpatía con la que se manifiestan hacia Ramiro y José Antonio muchos intelectuales que militaban en la oposición. Hacia esos dos hombres, como hacia otros que entonces eran sus compañeros de lucha, hubo siempre una viva deferencia, resultado del hondo humanismo que los inspiraba. En una palabra, la integración hubiera sido más rápida. Tanto Ramiro como José Antonio eran respetuosos de todos los intelectuales verdaderos, a los que consideraban como valores positivos para su España en crisis.
EL TEMOR A LAS DERECHAS
-Eran tiempos de pocas mesas y muchos revolucionarios. Aquel acto debe haber tenido una dosis de fuerte romanticismo, a juzgar por lo de la vela a cuya vacilante luz se estamparon las firmas al pie de «La Conquista del Estado». ¿Cuál habrá sido el espíritu de Ramiro en ese momento?
Velarde Fuertes responde sin hesitación, como si hubiera aguardado mi pregunta.
-Ledesma fue siempre un decidido enemigo de las derechas, como se establece meridianamente en toda su obra. Siempre le tuvo temor al derechismo y de aquí su empeño en que nunca se confundiera el patriotismo que sentía -hondo, de raigambre, secular- con las declamaciones altisonantes e interesadas de quienes gritaban un falso amor por la Patria, identificada repetidamente con sus intereses privados.
– ¿Temió Ramiro a una posible integración de Falange de las JONS con la Acción Renovadora o cualquier otro nucleamiento de las llamadas derechas?
-Sí. Esto es evidente y hay abundante documentación sobre el tema. El miedo de Ledesma a que se produjera un «entendimiento» entre Falange y los «renovadores» le indujo a la adopción de algunas actitudes que luego se volvieron contra él. Por eso, el día más triste en la vida de Ramiro debe haber sido aquel en que José Antonio optó por las JONS cambiando a la Falange, en el célebre mitin del Teatro Madrid.
– ¿Produjo amargura en el ánimo de Ledesma aquella incorporación de la Falange Española al ideario de las JONS?
-No exactamente amargura. He dicho tristeza. Pero una tristeza muy típica, propia del alma de ese gran español y gran revolucionario que fue Ramiro. Tristeza. sí, porque él habrá advertido su error, su fallo en el cálculo político. Porque José Antonio no se llevaba la Falange a los señoritos, al sector social de los señoritos, sino que la asimilaba al talante del pueblo español, a través de una simbiosis realizada, en primer término, en su propio espíritu.
-Entonces, no hubo integracionismo con las derechas…
-No tenía por qué haberlo. Falange de las JONS planteaba una postura revolucionaria totalmente inédita y no tenía necesidad de comprometerse con ningún sector que se opusiese a su vocación. Que los trabajadores lo interpretaron de ese modo se advierte en que, cuando José Antonio decide tomar al toro por las astas, planteando la disyuntiva ante los camaradas que venían de la clase obrera, se va a Marqués de Riscal vestido de señorito. Sin su camisa azul, sin su sufrida camisa azul y sin ningún símbolo externo que lo identificara con el jonsismo. Y así, vestido de señorito, explica su posición a los trabajadores y éstos lo aclaman. Prueba de que su lenguaje era netamente revolucionario, pues en aquellos tiempos las susceptibilidades sociales estaban a flor de piel y todos sabían dónde más les apretaba el zapato.
ALMAS ARDIENDO
Acude a mi memoria el título del bellísimo libro de León Degrelle (un libro que está entre los más entrañables de mi adolescencia), ese «Almas ardiendo» que tantas direcciones heroicas planteó a toda una generación de revolucionarios, cuando evoco los conceptos con que Velarde Fuertes, en el silencio de esta mañana del febrero madrileño metido en lluvias, contestara una de mis preguntas.
-Eran dos personalidades muy fuertes las de Ramiro y José Antonio para que pudieran entenderse cabalmente. El zamorano era un hombre monolítico y un fuera de serie, una cabeza privilegiada desde todo punto de vista. Quizá fuera menos generoso que José Antonio, pero, indudablemente, a él debemos algunos hechos sustanciales…
-.. perdón, Velarde, ¿puede decirse que ambos chocaron por mor de intereses demasiado particularizados?
– ¡No!, de ningún modo. En cuanto a España y a su Revolución, los dos eran extremadamente generosos, como se refleja en sus muertes, que fueron muertes en consonancia con toda una actitud y una vida anteriores…
– ¿Y cuáles han sido los hechos trascendentales que usted alude?
-Debemos recordar que Ramiro, entre otras cosas no menos fundamentales, fue el primero en plantear los problemas de la reforma agraria, de la estatificación de la banca (como queda planteado en su «Escrito desde el Aventino») y, primordialmente, el de preparar a la organización política de cara a la calle. Si insistió en lo agrario, ello ha sido por la época en que le tocó actuar. Hoy, ¿qué duda cabe?, se ocuparía con mayor asiduidad del tema de la gran industria, que es cuestión de nuestra época. Pero éstos, en todo caso, son cambios marginales, de adaptación a la realidad.
LA CONQUISTA DEL ESTADO
En un momento de nuestra conversación, Velarde trae a colación aquellos dos periódicos liminares de la vida nacionalsindicalista española, que fueron «Libertad» y «Fraternidad», el primero de más larga vida, pero ambos muertos gloriosamente en servicio de España. ¿Pudo haber un tercero que se llamara «Igualdad»?
Mi entrevistado, con esa sencillez que le es tan característica, ha contestado con toda rotundidad.
– ¡Pues sí!, estuvieron preparando la aparición de Igualdad. ¿Por qué se iban a dejar de usar palabras, por qué se van a abandonar palabras que todos los hombres buenos han hecho suyas? Este, a mi juicio, es uno de los dramas de nuestro tiempo. La excesiva banderización de las palabras, el tomar los conceptos que más convienen a unos fines privados, ha terminado por erigir un muro de disentimiento. Así, cuando algunos dicen practicar aquello de «la dialéctica de los puños», pero sólo hacen eso y no viven una pasión joseantoniana ni luchan por modificar las desfavorables condiciones de vida de las gentes por las cuales José Antonio luchó, vivió y murió, evidentemente, lo que están haciendo es lo que más les apetece. Pero que no nos vengan a decir que lo suyo es nacionalsindicalismo.
– ¿Lo viven quienes creen, aún hoy, en «La Conquista del Estado»?
– ¡Vaya si lo hacen! Pero quienes creen en lo que dice el manifiesto y tratan de concretarlo.
-Usted, Velarde, ¿sigue creyendo en el contenido de ese documento?
-Si acaso tengo alguna discrepancia, debo decir que ella no es básica. Alguna corrección,
si pudiera, la realizaría. Pero fundamentalmente no tengo ningún problema para asumirlo totalmente.
-Volvamos a Ramiro: ¿cómo lo juzga, a través de aquella bruma del tiempo de que hablaba al comienzo?
-Si viviera actualmente, el significado que Ledesma Ramos tendría en España sería sencillamente fantástico. Merecería, en primer término, la adhesión de la gran mayoría de los españoles, sin diferencias banderizas. Podría ser, mucho más que un gran catedrático universitario, un hombre de consulta. Él podía tenernos, a todos los españoles, embobados y abobados. Precisamente por toda esta vida, de la cual decidió apartarse voluntariamente, para asumir su responsabilidad de español y de revolucionario, es lo que hace más impresionante su extrema generosidad, su entrega total. Él fue el intelectual que advierte a tiempo lo que a su país se le viene encima y tira todo lo personal por la borda, renunciando a todo lo que, hasta entonces, habla ganado duramente…
Reflexiona un momento Velarde Fuertes antes de retomar la palabra, que, a esa altura, había cobrado francos matices de emoción…
-… hay que pensar en que Ramiro, cuando todavía era muy joven, colaboraba en publicaciones de la índole de «El Sol» y «Revista de Occidente» y pertenecía al círculo íntimo del áspero Ortega y Gasset, un hombre que no admitía a cualquiera. Todo lo tenía Ramiro al alcance de sus manos y todo lo abandonó en aras de la realización de su patriotismo y de una fe revolucionaria -como lo atestiguan los esfuerzos que llevó a cabo para nacionalizar a la CNT-, sin vacilar un solo momento, adivinando, tal vez, que una España nueva lo primero que reclamaba, para florecer, era la sangre de los mejores…
CUESTION DE CAMISAS
Si el libro tiene una dedicatoria concluyente, ¿qué decir de este párrafo que aparece casi al final, quizá como un epílogo a un apasionado estudio -iniciado por su autor a los veintidós años- del pensamiento nacionalsindicalista, en especial de Jopé Antonio y Ramiro? He aquí ese párrafo: «Lo que sale después es distinto de lo que se había montado. La camisa azul de José Antonio -color proletario-, que se puede llevar al lugar del trabajo, porque aguanta bien la suciedad, el sudor, es cambiada por la guerrera blanca, artículo de lujo, que, desde luego, es impensable tener en el tajo; se hacen, pues, falangistas en este momento los que ahora se desenganchan. El falangismo español inicial quedó inédito…» (Se refiere V. F. al momento en que los editoriales de José Antonio en «El Sol», indicando a Azaña lo que se debía hacer, fueron desechados, lo que impulsó a la Falange a vincularse con algún sector de la derecha por su respeto a la bandera y la religión.)
– ¿Es definitoria, Velarde Fuertes, la cuestión de la camisa? -Es una cuestión estudiada en un libro muy interesante, «Teoría de la clase ociosa». Los ociosos no sólo no realizan un trabajo productivo, sino que aún deben mostrar públicamente su calidad de tales ociosos… Yo creo que la camisa azul mahón, color de trabajo, color de trabajadores, señala claramente el talante de la Falange popular con respecto a los núcleos más escorados a la derecha. Esta pequeña meditación, que yo me hice en diversas circunstancias, debiera hacérsela mucha gente antes de comprometerse en una actitud política. Sí así ocurriera, nos evitaríamos frustraciones y angustias, tanto personales como sociales. Y España, evidentemente, ganaría.