Tesis de Blas Piñar sobre la Monarquía que hoy encarna y representa Felipe VI. Razones para la alternativa.
Por Pablo Gasco de la Rocha en el Correo de España – 8 de julio de 2022
Con la exposición de la Niña, cada día con más actos institucionales, Zarzuela está emprendiendo su particular batalla por la continuidad monárquica como forma de Estado para España… ¡Hay relevo, y ya está aquí, entre vosotros! Nos viene a decir el rey, su padre, Felipe VI…
¡Mirad que guapa y que buenos consejos os da para seguir viviendo en paz y armonía, y eso que es una adolescente, qué veréis cuando sea más mayor lo contentos que vais a estar con ella como Reina!
Magnífica exposición de intereses familiares contra lo que no tengo nada que decir, salvo que no se confunda y fabule. Que para confundir y fabular ya tenemos políticos suficientes, y muy capaces de todo y de más.
Por eso, si se trata de tirar de magisterio, vengamos a decir lo siguiente…
En la misma línea que el gran Donoso Cortés y que los pensadores monárquicos católicos, Blas Piñar, el último gran pensador tradicionalista español, expone en ¿HACIA LA III REPÚBLICA? (Editorial Fuerza Nueva, 1979) una de sus tesis más sobresalientes, la Cuestión Monárquica, poniendo en desvalor la Monarquía que hoy representa Felipe VI. Leamos su argumento resumido sobre nuestra actual forma de Estado.
“La Monarquía viene caracterizada por la concurrencia en la misma de dos principios: el de unidad y el de sucesión. La unidad se refiere al poder. La sucesión se refiere a la dinastía. La unidad es un requisito de esencia, mientras que la sucesión es tan solo un requisito natural. La diferencia entre ambos radica en que si la unidad de poder se excluye no hay Monarquía, mientras que si la sucesión dinástica se suprime, el régimen monárquico permanece. Ocurre aquí lo mismo que en la compraventa. La compraventa obliga al vendedor, naturalmente, a responder de evicción y saneamiento; pero si se renuncia a las acciones derivadas del saneamiento y de la evicción, la compraventa continúa siendo compraventa.
Cabe, pues, doctrinalmente y en la práctica, un régimen monárquico cuyo jefe de Estado no lleve el título de rey, y en el que, conservada la unidad de mando, no se suceda en el mismo por el juego de la herencia en una estirpe o dinastía.
Ello, como todo lo humano, individual o colectivo, suscita problemas. ¡Evidente! Pero la razón y la historia nos dicen también que el automatismo hereditario no constituye una garantía absoluta de sucesión en lo profundo, y que existen mecanismos que, rechazando aquél o suavizando las graves consecuencias que producen en ciertas ocasiones, le suplen con ventaja. (…)”.
Así pues, y al hilo de lo dicho por DON BLAS PIÑAR, la actual Monarquía, al dinamitar su sustancia por aniquilar sus postulados políticos, aun manteniendo la forma, es una institución instrumental e incoherente, y por eso mismo a un instante de fenecer. Argumento que nos sirve para sostener que la República Nacional con unidad de poder, y al servicio de la Unidad, Grandeza y Libertad de España, puede ser, perfectamente, la alternativa como forma de Estado para España.