Homenaje a Blas Piñar
Dirán las crónicas, más o menos oficiales, que Blas Piñar nació en Toledo el 22 de Noviembre de 1918. Que era hijo de militar. Que estando su padre en el Alcázar de Toledo, durante la guerra, él pudo escapar a Madrid donde estuvo refugiado hasta el final de la contienda. Que cursó los estudios de derecho, ganó la oposición de notario y se doctoró. Que estaba casado y tuvo abundante descendencia. Que Franco le nombró Director del Instituto de Cultura Hispánica y Procurador en Cortes y él mismo le cesó del primer cargo. Que fundó y presidió el movimiento político Fuerza Nueva de arraigadas convicciones y firmes posturas. Que se opuso a la Reforma Política y a la Transición. Que llegó a ser Diputado por Madrid en el Congreso. Que fue un gran orador. Que se mantuvo siempre fiel a sus ideas. Que a pesar de sufrir una penosa y larga enfermedad, siguió apareciendo públicamente hasta el final de sus días. Que murió en Madrid, rodeado de su familia, a los 95 años y fue enterrado en Toledo. Y finalmente dirán las crónicas que a su funeral en Madrid asistió una multitud que quiso despedirle.
Pero aquí no estamos congregados por el papel oficial, ni por la fría memoria de un simple cronista. Aquí nos reunimos, por supuesto, para celebrar y conmemorar el 75 Aniversario del Primero de Abril, la Victoria conseguida por la mejor generación española de todos los tiempos, y nos congregamos, también, en torno al recuerdo emocionado y al homenaje a un español excepcional que ya forma parte de aquella constelación divina de luceros.
La historia de los mejores hijos de España ha ido acompañada de sobrenombres. Sobrenombres que fueron acuñados para siempre como títulos identificativos de una nobleza merecida. “El Hijo del Trueno”, como conocemos al Santo Patrón de España, el Apóstol Santiago. “El Cid Campeador”, nuestro gran Don Rodrigo Díaz de Vivar, que dejó escrito con su espada la palabra reconquista en las estepas castellanas. “Los Reyes Católicos”, Isabel y Fernando, los más grandes reyes que haya conocido la historia. “El Gran Capitán”, como bien merece llamarse don Gonzalo Fernández de esta bendita tierra de Córdoba, nacido a escasos 25 kilómetros de aquí (Montilla). “El Peregrino”, caminando siempre al servicio de la Verdad, San Ignacio de Loyola. “El Timbaler del Bruc”, Isidre Lluçà i Casanoves, el niño que con su tambor, en las Montañas de Montserrat, acabó con el mito del invencible Napoleón. “El Ángel del Alcázar”, Antonio Rivera, tan amigo de Blas Piñar. “El Ausente”, José Antonio Primo de Rivera, “Capitán de Juventudes”. O “El Caudillo”, vencedor del comunismo hace ahora 75 años y guía de la España grande y libre, con paz y con trabajo, Francisco Franco. Y así podríamos seguir enumerando sobrenombres de tantos insignes españoles como ha dado esta tierra. Pero permitidme, no sin emoción, que os proponga un recorrido por los sobrenombres que podríamos acuñar a Blas Piñar.
– Blas Piñar, “El Patriarca”.
Esposo ejemplar de una mujer excepcional, Blas Piñar, fue el cabeza de familia, de una gran familia. Padre responsable y atento de ocho hijos, abuelo de cuarenta y cuatro nietos y bisabuelo entrañable de sesenta y tres biznietos. “Por sus frutos los conoceréis”, nos dice el Evangelio, y la fecundidad de la casa Piñar no sólo es grande sino también de calidad. A pesar de todos sus quehaceres profesionales y políticos, a sus tantos compromisos, siempre tuvo tiempo para la familia. A todos y cada uno de sus miembros nos felicitaba por nuestro cumpleaños, por nuestro santo o por nuestro aniversario de boda. Él era quien llevaba las cuentas de todas las fechas. Si sumamos ochos hijos más sus esposas o maridos, cuarenta cuatro nietos, más esposas o maridos, y sesenta y tres biznietos, por cumpleaños, santos y aniversarios de boda, resultan más de trescientas felicitaciones al año nunca dejó de transmitir. Tenía un sentido del humor desbordante y con el tema de la familia contaba a la gente que, ahora con la crisis, había escrito una carta al Papa pidiendo que suprimiera la fiesta de los Reyes Magos, que con tanta familia se iba a arruinar con los regalos.
– Blas Piñar, “El Caballero cristiano”.
Ha sido reconocido, hasta por sus enemigos políticos, su figura de caballero, de señor, que a todos trató con una delicadeza propia de un hombre cristiano, en su sentido más profundo y humano. Así lo recordaba, con motivo de su fallecimiento, en “El Periódico de Aragón”, el ex Diputado Hipólito Gómez: “podría decirse que el siempre caballeroso Piñar no se consideraba demócrata (al menos, del régimen instituido y como él mismo confesaba) pero nadie que le conociera y viese su modo de actuar en el Congreso, podría sostener justamente que Blas no hubiera tenido parlamentariamente un comportamiento ejemplar y desde luego, más respetuoso con los hábitos parlamentarios comunes, que muchos demócratas de toda la vida”.
Nunca olvidaré el encuentro de mi abuelo, Blas Piñar, con Pío Moa. Fui testigo de excepción porque mi Abuelo me pidió que gestionara una visita del historiador a su casa. Quería conocerle y no sólo para felicitarle y alentarle por la magnífica labor que estaba haciendo al servicio de la verdad histórica. Como sabéis, en la última etapa de Franco y en el Transición, Pío Moa formaba parte del comando de la banda terrorista GRAPO que robó y voló el coche de mi abuelo. Mi Abuelo esperaba impaciente en la puerta de su casa. Cuando llegué con Pío Moa, mi abuelo le abrazó, estrechamente, y le dijo: “Don Pío, le recibo en mi casa y le abrazo como muestra de que mi corazón, ni antes ni ahora, le tuvo ningún odio ni rencor. Y no se preocupe que no le voy a pedir que me compre un coche nuevo”.
Jamás le escuché hablar mal de nadie ni permitió un insulto ni una calumnia. Siempre se apiadó de aquellos que, habiendo estado a su lado, le abandonaron. Si algo les reprochó fue por el daño hecho a la Causa de España pero nunca por el perjuicio que a él le hubiera podido ocasionar. He conocido a muchos “hijos pródigos”, que después de muchos años de ausencia, volvieron a su lado y encontraron en él el mismo cariño y estima de siempre.
– Blas Piñar, “El Amigo”.
Su gran corazón siempre estaba apoyado en esa memoria prodigiosa que jamás le hizo olvidar los lazos de amistad con cientos de amigos a los que amó profundamente. Padecía por el sufrimiento del amigo y siempre buscó el encuentro y la cercanía. De él dejó escrito León Degrelle: “Blas Piñar, el mejor y más grande de mis camaradas y amigos”. Podría enumerar y narrar muchas y fructíferas amistades de Blas Piñar, que sin duda tendremos que describir entre todos en un futuro próximo. Ahora sólo haré referencia a la amistad con el Coronel chileno Álvaro Corbalán, encarcelado desde hace veinte años. No se conocieron físicamente, aunque entablaron una amistad muy fuerte a través de contacto telefónico y relación epistolar. Álvaro ya estaba preso. Era el año 2002. En una preciosa carta de despedida y pésame, desde el penal de Punta Peuco, a las afueras de Santiago de Chile, el Coronel terminaba su emotiva misiva diciendo:
“¡Gracias don Blas por haber existido y… porque seguirás existiendo! En algún momento recuperaré mi libertad y les solicitaré, si Dios así lo quiere, que pueda llegar hasta mi Madre Patria y si lo tienen a bien, me permitan acceder y guiar al Campo Santo para rendirle un postrer saludo de amistad, aprecio y reconocimiento. Por ahora desde la distancia, en esta Cárcel de Alta Seguridad, en que mantienen a los Prisioneros Políticos Militares de Chile, sufro la muerte física e irreparable de su existencia”.
– Blas Piñar, “El Hombre Fiel”.
Desde bien pequeño formó parte de la Iglesia militante, vinculado en su tierna juventud a la Acción Católica que dirigía en Toledo Antonio Rivera. Se empapó de la sangre de los mártires, que reivindicó como una consigna en su vida y aprendió de ellos la fidelidad. La fidelidad a la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica. Fidelidad a la Fe de siempre, aún cuando esa Fe dejó de ser defendida por curas y obispos. Fidelidad a la Cruz, a la que nunca dejó de abrazar. Fidelidad a los Ideales que dieron vida a la Cruzada. Fidelidad a la España inmortal. Fidelidad al 18 de Julio en los momentos más duros de traición y cambios de chaqueta. Fidelidad en todo momento y en todo acto, pues todas las mañanas, al despertar, ofrecía su vida y sus obras para que fueran siempre un servicio a Dios, a la Patria y a la Justicia. Fidelidad a su mujer, Carmen, con quien este año cumplía 70 años de santo matrimonio.
– Blas Piñar, “El poeta”.
Ha dejado cientos de poesías, en su mayoría sonetos. Recopiló algunos de ellos Juan León en un precioso libro editado hace ahora un año. Sabía, con José Antonio, “que hay que levantar, frente a la poesía que destruye, la poesía que promete”. Escribió poesía y recitó poesía. Poesía lo fueron sus versos y poesía eran sus discursos. Siendo un niño, en el colegio, hubo un acto de homenaje a la Bandera. Le tocó a Blas Piñar recitar unos versos que aprendió de memoria y que jamás borraría. A mí me los recitó varias veces, casi noventa años después. Son estos:
¡Salve!, bandera gloriosa.
¡Salve!, emblema de la Patria,
paraíso de recuerdos,
horizonte de esperanza.
A tu abrigo, siempre amable,
a tu sombra, siempre amada,
los pensamientos se elevan,
los corazones se ensanchan.
* * *
Eres luz, luz de colores
que los cerebros inflama,
y tienes, porque Dios quiere,
en las calles y en las plazas,
entre un reguero de flores
que brotan cuando tú pasas,
por solio, el azul del cielo;
por pedestal, nuestras almas.
– Blas Piñar, “Maestro”.
Fue un Maestro, con mayúsculas. Por sus conocimientos, por sus obras y por sus enseñanzas. Maestro en Teología, hasta el punto de que Monseñor Guerra Campos dijo que “Blas Piñar sabía más teología que todos los obispos de España juntos”. Ahí están sus obras publicadas, delicadísimos y profundos estudios sobre “La Controversia del Dios Uno y Trino”, sobre la “Iglesia, Pueblo de Dios y Cuerpo Místico de Cristo”, “Eucaristía y Santo Sacrificio de la Misa” o “Teología cristocéntrica de San Pablo”. Trabajos sobre los sacramentos, sobre el Limbo o sobre los ángeles, de los que era un gran devoto. Sus charlas cuaresmales, impartidas incluso en seminarios diocesanos, cuando los obispos presumían de su amistad ante futuros sacerdotes. Maestro en filosofía y doctrina política, con clases magistrales ante miles de personas sobre “Cristo Rey” o su “Curso breve de formación política”, editado por Fuerza Nueva. Maestro y doctor en derecho, siendo jurista de altura, como demostró en las Cortes de Franco oponiéndose a la “Ley de Libertad Religiosa” que modificó el artículo 6º del Fuero de los Españoles o en los debates de la “Reforma Política” del tan manoseado Adolfo Suárez. Sus escrituras, como notario, son guardadas hoy como reliquia por familias, fundaciones y empresas.
La prueba más evidente y al mismo tiempo más preciosa de que era un Maestro, me la confirmo un amigo, que el día de su entierro me dijo, con lágrimas en los ojos: “Miguel, tu abuelo Blas me enseñó a amar a España”.
– Blas Piñar, “Cantor de las Glorias de María”.
La Señora, la Virgen Santísima, no sólo fue un pilar fundamental en su vida de fe y piedad, sino que fue un manantial al que acudió permanentemente. Como alma enamorada, profundizó en las virtudes de la Virgen y en los dogmas marianos. Seguramente nadie como él ha hablado en nuestros tiempos con tanto conocimiento interno y con tanta pasión externa sobre “la Asunción de la Virgen”, “la Inmaculada Concepción”, “la Virginidad de María” y “la Maternidad Divina”. O sobre “la Reina de América”, vinculando la cristianización de lo que sería España, con la Virgen del Pilar, y la evangelización de América con la aparición de la Virgen de Guadalupe al indio Juan Diego. El sobrenombre de “Cantor de las Glorias de María” fue el apelativo que le impuso el padre José María Alba, jesuita, después de la conferencia “La Virgen se llamaba María” que pronunció Blas Piñar en el colegio Corazón Inmaculado de María de Sentmenat (Barcelona) ante seiscientas personas.
– Blas Piñar, “El Apóstol de España”.
Desgastó su vida, su intensa y larga vida, por España a la que amó hasta el extremo con una firme militancia bajo su Bandera. Tuvo perfecta conciencia de la gran responsabilidad que como español tenía para con su Patria. Su juramento de lealtad a la Victoria que hoy celebramos jamás se quebró. Era España el motor de su incesante actividad, que muchos de vosotros habéis compartido. Todos los proyectos que puso en marcha, que fundó y lideró, eran medios que debían contribuir a la defensa a ultranza de España. Cuando a penas habían pasado veintisiete años de aquella memorable y justa Victoria, en el esplendor de la España de Franco, que era la envidia del mundo, Blas Piñar ya se dio cuenta del deterioro, y de la infiltración y maniobra del enemigo. Fundó en 1966 “Fuerza Nueva”, primero como revista y editorial, y después como el movimiento político. Dios, Patria y Justicia. Eso son los Ideales de Fuerza Nueva, esa es la España que defendió Blas Piñar: la católica España donde prevalezca la Justica y la paz. Y con esos Ideales, se lanzó a predicar por todos los rincones de España. Cientos de actos, mítines, conferencias. Inauguraciones de sedes de Fuerza Nueva en todas las ciudades y pueblos de España. Los jóvenes, hoy que tanto se habla de los jóvenes, estaban en Fuerza Nueva. La hostilidad no se hizo esperar y la persecución fue constante. La AntiEspaña era fortalecida por la transición y el sistema actual que padecemos. Pero alguien tenía que decir la verdad, denunciar la destrucción de España al tiempo que enardecer los corazones de los buenos españoles. El recuerdo de la defensa heroica del Alcázar de Toledo estaba muy presente. Sitiado, rodeado, pero jamás rendido. Bombardeado y minado, pero jamás vencido. Calumniado y vilipendiado, pero con el Honor intacto.
Le dolió España. Sintió profundo sufrimiento ante su devastación, contemplando los males que la acechaban, primero, y la invadieron, después. Su enfermedad, el cáncer, junto a la traqueotomía de los últimos años, le preocupaban en la medida que le impidieran seguir su apostolado por España. Me cupo el Honor de envolver su féretro con la Bandera de España, su más justa y merecida mortaja.
– Blas Piñar, “Misionero de la Hispanidad”.
Pero si fue apóstol, como hemos dicho, cabría decir, en esa misión universal de España, que también fue “Misionero de la Hispanidad”. Porque Blas Piñar tenía esa concepción cristiana de España que la hacía ser, no sólo grande, sino imperial. Y la España Imperial es esa “unidad de destino en lo universal” que nos decía José Antonio. Y ese destino no es otro que la misión de llevar y transmitir la lengua, la cultura, la civilización y la Fe. Con tanta vitalidad asumió España esa tarea que la hizo descubrir nuevos mundos e insertarlos, por propio derecho, en lo que serían Las Españas, la Hispanidad. Blas Piñar, como Director del Instituto de Cultura Hispánica, quedó prendado de la gran obra de España y se alistó, definitivamente, al servicio del Ideal hispánico. El ideal hispánico, posiblemente el mayor de los anhelos de Blas Piñar, en esa visión amplia y pura de España que él mismo describe con estas palabras en su obra “Mística y política de la Hispanidad”:
“La España actual es una entre los pueblos hispánicos, tan hija de la España progenitora, como pueden serlo Ecuador o Venezuela. La Madre Patria de que hablan con tanto amor como respeto hispanoamericanos y filipinos, es también la madre de nuestra España, a la que sólo corresponde, por razón de su mayorazgo, la custodia y no la propiedad de los viejos papeles de familia. El centro de gravedad de los pueblos hispánicos, su nivel, no está aquí ni allá, en Europa, en América o en Oceanía, está en aquel grupo de hombres que representen, en cada instante, de un modo más fiel, exacto y preciso, los ideales de la Hispanidad. Por eso si España dejara de existir, tragada por el mar, o hiciera traición a sus propias esencias hispánicas, la Hispanidad realizaría su propia misión sin España, esforzándose como un primer objetivo en reconstituirla y en rehacerla”.
Al igual que aquí, en la España peninsular, se lanzó también a la conquista de la Hispanidad, recorriendo todos y cada uno de los países hermanos de América. Juan León es testigo de alguno de los viajes de Blas Piñar, donde era recibido en Paraguay por su presidente Alfredo Stroessner o en Chile por Augusto Pinochet. En Buenos Aires hablaba de José Antonio en la Universidad y en Méjico de la Virgen de Guadalupe. En Miami alentaba a los cubanos a no perder la esperanza y en Cartagena de Indias era agasajado por el Alcalde de la ciudad en el Fuerte de San Felipe, donde guardan memoria del heroico Blas de Lezo. No es casualidad, que ahora desde el Cielo, Blas Piñar interceda para liberar al pueblo Venezolano de la dictadura comunista. Hace unos años, asistí en su casa de Madrid a una cena con parte de la oposición venezolana que vinieron a pedirle ayuda. Como tampoco es casualidad, que la última llamada que atendió al teléfono, cuatro días antes de morir, fuera la de Rafael Breide, gran amigo argentino, rector de la Universidad Católica de la Plata.
– Blas Piñar, “El Caudillo”.
“Caudillo Blas Piñar, Caudillo Blas Piñar”, le gritaba la gente. Y tenían razón, porque lo era. A sus cualidades innatas se unía la capacidad oratoria de los grandes líderes. En torno a él se llevaron a cabo las mayores manifestaciones de Europa en los años ochenta. La gente humilde y sencilla le reconocía como su Jefe. Los grandes intelectuales se inclinaban ante su magisterio. Los hombres de acción envidiaban su valentía y los hombres de Iglesia su piedad. No dejó indiferente a nadie. Decir Fuerza Nueva era decir España. Decir España era decir Blas Piñar. Decir Blas Piñar era decir Lealtad. Lealtad hasta la muerte, como los dieciocho caídos de Fuerza Nueva que le habrán recibido en el Cielo, brazo en alto, en sus puestos de Honor. Ese día, festividad de Santo Tomás de Aquino, hubo gran júbilo en el Cielo y desolación y tristeza en la tierra. Era el día que se cumplían 1.200 años de la muerte de Carlomagno, Emperador y Caudillo de Occidente.
Era el 28 de Enero. El patriarca, el caballero cristiano, el amigo, el hombre fiel, el poeta, el maestro, el cantor de las glorias de María, el apóstol de España y misionero de la Hispanidad, el Caudillo Blas Piñar fallecía. Por eso, unas horas antes de morir, cuando ya dormía, pude besarle en la frente y decirle al oído: abuelo, querido abuelo, muchas gracias por la Fe, por la Patria y por la Familia. Vamos a seguir tu ejemplo. El Alcázar, no se rinde.
Miguel Menéndez Piñar
Lucena, 6 de Abril de 2014. Círculo Lucentino